viernes, 21 de diciembre de 2007

Spooky

Ahora que estoy de vacaciones tengo oportunidad de ver tele a horas en las que normalmente no puedo. Así he podido ver una gran cantidad de anuncios de juguetes. Muchos son las versiones actualizadas de las mismas mugres de mi niñez (desde Barbie hasta mi pequeño pony); nunca (ni cuando era niña) me han gustado esos muñecos "reales" que lloran, se enferman y se cagan y te dicen mamá (no sé si nunca fuí maternal o el primer armatoste chillón me curó de espantos pero qué horror) me parecen horripilantes y si de mí dependiera los desaparecía a todos (y ni siquiera por esas cuestiones de género que dicen que por qué a las niñas las educan para la crianza y la cocina y a los niños para la guerra -que me parece un pregunta válida) sino por simple pereza espiritual. O sea, dejen a las ñiñas en paz.

Pero la última novedad, que me hizo incorporarme en la cama y tallarme mis ojitos es la muñeca llamada Amazing Alyson ( o sea la sorprendente Licha) una muñeca que te venden como tu mejor amiga de por vida y que sabe todo sobre , porque lo "recuerda" y le gusta lo que te gusta a (o al "ideal" de niña): modas, hablar por teléfono -celular, por supuesto, revistas (donde podrán hacerse tests de personalidad y buscar su horóscopo y otras lindezas entre Cosmo y Vanidades), peinarse, vestirse. Primero, nadie querría que la mejor amiga de su hija fuera la versión fresa de Chucky; segundo si ya de por sí el estereotipo de adolescente-mujer adicta a la moda, al shopping, a la banalidad (que vive la vida Barbie) es deleznable, extenderlo a las niñas me parece un insulto (y conste que no me considero feminista).

Así, si a alguien le interesa mi opinión (y si no, no me importa que por algo es mi blog) y no sabe qué regalarle a las niñas de su familia, ahí le van algunas sugerencias:

Un libro (nunca se es demasiado joven para engancharse) Vaya, hasta Mujercitas es preferible
Una brújula
Un juego de química
Una bicicleta
Unos patines.

Y feliz navidad

martes, 11 de diciembre de 2007

Shopping navideño 2

Estoy en Starbucks después de haber pasado horas buscando y comprando ropa que combine con un super anillo y collar (sí, ya sé que normalmente primero se busca la ropa y luego los accesorios, pero si hay algo que no puedo resistir son los anillos enormes y excesivos) morados. Afortundamente Dios inventó los colores neutros para estos casos.

Como cereza del pastel, los zapatos: de tacón de aguja, morados de terciopelo y puntiagudos (típicos de la Bruja del Oeste y rarísimos para mí) pero nada más verme los pies retrepados en ellos e imaginarlos con el resto del atuendo navideño (donde lo más escandaloso son los accesorios, por supuesto) los compré contentísima (y todavía un gorrito morado me tentó pero el modelo no me acabó de convencer).

Me muero por ponerme mis trapos y zapatos
nuevos.

Shopping navideño

Todo empezó porque estábamos Toño y yo buscando un video para mi mamá. Por supuesto, no lo encontramos, pero se me atravesaron dos magníficos libros: un facsímilar de Agudeza. Arte del ingenio de Don Baltasar Gracián de 1642 (editado por el gobierno de Aragón y la Institución Fernando el Católico) y un libro que, a pesar de ser sobre filosofía (más cerca de las querencias de la Felisberta que de las mías), no pude resistir: Las sabidurías de la antigüedad. Contrahistoria de la filosofía, I de Michel Onfray (Barcelona: Anagrama, 2007).

Estoy leyendo Las sabidurías... y casi en cada página me encuentro con verdaderas joyas de humor negro y harta erudición (próximamente extractos y citas descontextualizadas).

Ya se lo presumí a la Felisberta y el de Gracián a todos los colegas, porque, aparte del inmenso placer intelectual que proveen los libros, su presumición es un placer agregado que no debemos ignorar.

El punto es saber a quién presumirle qué libro