No me pregunte usted cómo pero me tropiezo con una página que da razón del antiguo método adivinatorio llamado "menomancia". El "meno" no me decía mucho, pero lo de mancia se oía prometedor.
Entro a la dichosa página, que no era otra cosa que una tabla, y resulta que se refiere a la adivinación a través de la menstruación (haga usted el favor) dependiendo del día de la semana y del mes ( qué número le corresponde).
Así que basta con juntar los dos datos para saber qué depara el futuro (por ejemplo: lunes 23 significa "23: No quieras al rubio alguno te consolará. " y "Lunes: encuentro inesperable, enlace . " -o sea usted va a encontrar encontrar, inesperadamente, a un rubio que no le consolará de la pena que sé si tenga).
Pasado el estupor inicial, lo tomé como una buena broma a costa de nuestras reticencias usuales a nuestras excreciones. Eso me llevó a recordar el magnífico cuento de Rubem Fonseca llamado Copromancia, en un libro justamente titulado Secreciones, excreciones y desatinos (2001) en el que el protagonista descifra el oculto lenguaje de sus excrementos. El final es simplemente sensacional.
Pero la idea no es esa, sino que es como encontrar a la virgen de Guadalupe en tostadas o a Cristo en una mancha de humedad, buscamos sentido, formas reconocibles y significativas en todo. Ahora, lo que hagamos con nuestras, nunca mejor dicho, figuraciones, es lo que determina el tono de nuestro cuento. Habrá que tener mucho cuidado para darle un buen final.
Entro a la dichosa página, que no era otra cosa que una tabla, y resulta que se refiere a la adivinación a través de la menstruación (haga usted el favor) dependiendo del día de la semana y del mes ( qué número le corresponde).
Así que basta con juntar los dos datos para saber qué depara el futuro (por ejemplo: lunes 23 significa "23: No quieras al rubio alguno te consolará. " y "Lunes: encuentro inesperable, enlace . " -o sea usted va a encontrar encontrar, inesperadamente, a un rubio que no le consolará de la pena que sé si tenga).
Pasado el estupor inicial, lo tomé como una buena broma a costa de nuestras reticencias usuales a nuestras excreciones. Eso me llevó a recordar el magnífico cuento de Rubem Fonseca llamado Copromancia, en un libro justamente titulado Secreciones, excreciones y desatinos (2001) en el que el protagonista descifra el oculto lenguaje de sus excrementos. El final es simplemente sensacional.
Pero la idea no es esa, sino que es como encontrar a la virgen de Guadalupe en tostadas o a Cristo en una mancha de humedad, buscamos sentido, formas reconocibles y significativas en todo. Ahora, lo que hagamos con nuestras, nunca mejor dicho, figuraciones, es lo que determina el tono de nuestro cuento. Habrá que tener mucho cuidado para darle un buen final.
P.D.: Por si les interesa, ahí les dejo la dirección de la mentada página:
1 comentario:
Yo sólo tengo un comentario: ¡Tú tienes el crédito y la menomancia!, pero, ¿Quién tiene el celular y la menstruación?
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