(sic). Los sábados a las 6 de la mañana, se prende mi tele (mi cerebro tarda 75 minutos màs) donde pasan a esa hora infame pelis del Santo. En mi estado de semi-conciencia veo retazos de la acción (lo bueno es que las tramas son simples y la música ayuda a saber si pasa algo misterioso, el malo planea maldosidades o vienen los guamazos) hasta que para el final estoy super despierta.
La semana pasada me llamó la atención que el Santo no tuviera sus setenterísimos suéteres pegaditos, de cuello de tortuga y manga corta, sino una curiosa casaquita de lamé plateado a juego con su mascarita hasta que descubrì que era el Santo ("Caballero de la máscara de plata") del siglo XVII, donde manda a una bruja a la hoguera y a media tiznada ella lo maldice a él y a todos los presentes amenazando con volver en 300 años, o sea los años setenta y se posesiona de la novia del Santo.
Esta semana un chozno de Drácula, por alguna extraña razón avencidado en el DF, inventa un artefacto que transplanta cerebros y revive muertos y domina al Blue Demon y lanza contra el Santo a un Drácula de petatiux, una momia de halloween de kínder clasemediero, un hombre lobo con cara de gurú posmoderno y trasnochado, tres cableros medio pintados de verde, un mostro de la laguna hecho en vulcanizadora con cara de ratón con cortisona y al Blue Demon de maldito y atacan a unos pescadores, a un caballo y a una paseante. El Santo se mete a la laguna a pelear con el mostro (a estas alturas, no sé si por mi lento despertar, no me quedaba claro por qué había una laguna y una calle en medio de nada, y por qué si era de noche el sol brillaba rete chulo -o tal vez los mostros estos eran tan chidos que podían atacar de día).
Total que el Santo acaba con todos y rescata a la nenorra (como en todas las del Santo). Pero lo que verdaderamente gozo es la reminiscencia de cuando era niña y mi hermano y yo nos repatingábamos salomónicamente en el sofá a ver tele comiendo pan. Es la misma sensación, pero con ventajas de adulto (me puedo quedar en mi camita y no tengo que compartir con mi hermano).
Lo que me queda claro es que seguiré prendiendo la tele los sábados a las 6 a.m. a ver las películas del Santo. Tal vez para el próximo sábado me prepare un bocadillo...